ADELA AZCUY LABRADOR, LA CAPITANA VIÑALERA DEL EJÉRCITO LIBERTADOR EN SU NATALICIO 160

Adela Azcuy Labrador

 

Por MSc. Ricardo Alberto Álvarez Pérez, MSc Daysis Hernández Loaces y Lic. Aurely Álvarez Suárez.

 

Cada año el pueblo de Viñales le tributa el digno homenaje a su patriota insigne Adela Azcuy Labrador, Capitana del Ejército Libertador, quien nació el 18 de marzo de 1861 en la finca “Ojo de Agua”, perteneciente al poblado de San Cayetano, donde pasó los primeros años de su vida hasta que los padres (Francisco Azcuy Martínez y María del Carmen Labrador Piloto y Mesa) deciden trasladarse a vivir en  la zona de San Vicente.

Durante la adolescencia Gabriela de la Caridad Azcuy Labrador practicaba la equitación y la caza, llegando a desarrollar muy buenas habilidades en el manejo de las armas de fuego; sus padres la enviaron a La Habana para que estudiara y al regresar se dedicó entonces a las investigaciones arqueológicas y con relativa facilidad demostraba que sabía tirar muy bien con el revólver o el rifle.

Hermosa, bien proporcionada, de alta estatura, piel blanca y grandes ojos pardos, llamaba la atención por su irresistible atractivo personal, que unido a la facilidad de expresión, eran motivos más que suficientes, para reunir en torno suyo a las personas que pasaban con ella,  amenos momentos de singular esparcimiento.  Desafiaba con su palabra elocuente; era provocativa llevando el pelo suelto con una cinta azul que era entre las cubanas un símbolo de simpatía hacia los independentistas y escondía entre sus ropas un revólver de pequeño calibre.

Se casa con el joven camagüeyano Jorge Monzón Cosculluela, formando una  pareja querida y estimada en la región,  con una discreta participación en el movimiento conspirativo por la independencia, hasta que en 1886 muere el esposo (víctima de la viruela) y en 1891 vuelve a contraer matrimonio, esta vez con el español Castor del Moral, pero las diferencias políticas entre ambos hicieron de esta segunda relación un verdadero fracaso.

Al inicio de la guerra de 1895 decidió  internarse en la manigua,  consiguiendo que la admitieran como sanitaria en  la guerrilla de Miguel Lores, que operaba en la zona de Gramales bajo la jefatura del brigadier Antonio Varona, posteriormente fue asignada a las tropas del coronel Miguel Banegas, bajo cuyas órdenes combatió casi toda la guerra y quien fue para ella, además de un jefe, un amigo y consejero leal; resultando muy elocuente una anécdota en la cual se hace referencia a un hecho descrito por el propio coronel del Ejercito Libertador cuando reconoció el desacuerdo inicial que tuvo con la incorporación de Adela llegando a expresar entonces:

» … creí  que su valor era un alarde, que su decisión, una forma de complacer su vanidad y que en lugar de sernos útil, nos sería altamente perjudicial. Cierto día, al sonar unos disparos en la extrema vanguardia, señal de que comenzaría un fuego, ordené a las fuerzas formar dos grupos, uno que iría a reforzar a los atacados y el otro la impedimenta; a este último mando a Adela y dando un salto se coloca frente a mí y me dice: – Comandante, yo he venido a la guerra, a pelear, si tengo que morir, quiero morir como los valientes, peleando.

No sé cómo pude contener mi insulto; para no darle un golpe, viré la espalda y marché al frente pero llevando en mí mente la idea de cobrarme tamaña osadía. Pronto encontré la ocasión, a los pocos días sonaron disparos e inmediatamente ordené a la señora Azcuy que defendiera una cuchilla, lugar a donde seguro dirigían su ataque los españoles, con la intención de tomarle, lo que significaba nuestro exterminio. Aquella mujer, sin pensar en el peligro, montó a caballo y con el revólver en la mano, se lanzó con un grupo de hombres hacia el lugar designado. Confieso que lo hice con la intención de que la mataran. Cayeron a su lado varios heridos, pero ella seguía en su puesto, disparando su revólver constantemente. Marchaban los soldados hacia ella con furia salvaje, no podían imaginar una mujer tan valiente. Yo sentí desde ese momento admiración hacia esa mujer y viendo que solo a ella las balas habían respetado, me lancé con todas las fuerzas en su ayuda, retirándola inmediatamente de la zona del peligro y ordenándole que fuera a curar los heridos, lo que hizo ella en la misma forma, con el mismo acatamiento que cuando le ordené viniera a este lugar con peligro de su vida. Esa joven, esa era Adela Azcuy, la que nunca conoció el peligro ni tuvo miedo a la muerte. Así siguió conmigo durante la guerra, unas veces peleando y otras curando a los enfermos y a los heridos. Yo no podía imaginarme una mujer tan valiente, desde ese momento he sentido admiración por ella”.

No se conoció en el Ejército Libertador otro caso de mujer que haya mandado tropas como lo hiciera la patriota viñalera, y así lo demostró en los 49 combates en los que tuvo participación, destacándose en  Loma del Toro (1 de abril de 1896), Cacarajícara (30 de abril y 1 de mayo de 1896), Montezuelo (24 y 25 de septiembre de 1896) y Tumbas de Estorino (26 de septiembre de 1896), todos bajo el mando del Mayor General Antonio Maceo; destacándose por su extraordinario valor y audacia en el combate de Ceja del Negro (4 de octubre de 1896), considerado entre los  más sangrientos de la guerra del 95.

Andaba vestida de amazona, armada con machete, revólver, un amplio sombrero mambí con la escarapela tricolor y  su maletín de curaciones; razón por la cual el 12 de junio de 1896 el entonces General de Brigada Pedro Díaz, jefe de la Primera División del Sexto Cuerpo, la ascendió al grado de Capitana, siendo ratificada el 1 de diciembre de 1896 por Antonio Maceo.

Terminada la contienda militar decide, en el año 1902, trasladarse a la zona de San Cristóbal, para atender unos cafetales, permaneciendo allí hasta 1906. Integró la Junta Patriótica de La Habana, fundada el 10 de octubre de 1907 para oponerse a la corriente anexionista que durante la segunda intervención militar norteamericana pretendió que Cuba se convirtiera en un protectorado de EE.UU y durante la República no ocupó cargos públicos hasta el 21 de enero de 1911, año en el que aceptó la Secretaría de la Junta de Educación de Viñales, Pinar del Río.

En 1913 cuando enfermó, fue trasladada a La Habana, falleciendo el 15 de marzo de 1914, víctima de serias dolencias cardíacas y hepáticas, a la edad de 53 años, recibiendo los honores militares por el Consejo Nacional de Veteranos, descansando sus restos mortales en el Cementerio de Colon.

Como parte del programa de actividades por el natalicio 160 de Adela Azcuy Labrador  se realizaron gestiones para el traslado de sus restos a territorio viñalero pero las condiciones existentes con el enfrentamiento a COVID 19 obligaron a posponer esta ceremonia que complementarían la colocación de un busto en la zona donde nació y  las acciones en el Museo Municipal de Viñales (ubicado en la casa donde viviera entre 1906 y 1913) para mejorar la presentación del guiòn museográfico, en tanto que se mantiene el Coloquio MEMORIAS VIÑALERAS dedicado al tema de las mujeres en la Historia Local, convocado por la Unión de Historiadores y la Dirección Municipal de Cultura en el territorio.

En la memoria histórica de Viñales se conservan y trasmiten de generación en generación las decimas de Benito Hernández Cabrera (1912-1987) dedicadas a la patriota: Adela Azcuy Labrador/ Quién no sabe de tu historia/ De tu limpia ejecutoria,/ De tu abnegado valor/ Cuando frente al invasor/ De codicia destructora/ Te alzaste desafiadora/ Dejando familia y techo/ Para tomar como lecho /La manigua redentora./ El valor creciendo en ti/ Escribió su primer tomo/ Cuando frente a sable y plomo/ España entera creía/ Que a tu corcel le crecía/ Una pantera en el lomo.

A 160 años de su natalicio en territorio viñalero, el patriotismo y valentía de  Adela Azcuy Labrador, Capitana del Ejército Libertador, se engrandece y  afianza a tono con la singular descripción que sobre ella hiciera el educador  Abel Prieto Morales  al expresar » Fue la mujer más bondadosa y a la vez la más enérgica que han dado estas tierras occidentales. Siempre estuvo presente para ayudar a los enfermos más humildes con un sentimiento altruista que llegaba al sacrificio, y, a la vez, nadie supo exigir con tanta fuerza el cumplimiento de los deberes ni reclamar con tanto calor sus merecidos derechos… aquella mujer era médico y soldado, ángel y fiera, bálsamo y herida, según las circunstancias lo exigieran (la) hacen merecedora de un lugar destacado en la historia de Cuba«.

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